Residuos de pesticidas en alimentos, ¿nos deberíamos preocupar?

Muchas veces escuchamos o leemos en redes que se encontraron residuos de pesticidas en alimentos y nos cuesta saber qué hacer con esa información. ¿Cómo debemos interpretarla? ¿Quiere decir que los alimentos no son inocuos? ¿Deberíamos preocuparnos? ¿Podemos confiar en que los alimentos que ponemos en nuestra mesa son seguros para nuestra familia?

Todas estas son preguntas frecuentes que nos inquietan como consumidores. Vamos a echar un poco de luz sobre estas preocupaciones y dar algunas herramientas para poder interpretar y analizar las noticias relacionadas con estos temas.

Antes que nada, veamos qué son los pesticidas, productos fitosanitarios o productos de protección de cultivos (mal llamados agrotóxicos). Como pasa con nosotros y con los animales, los cultivos también se enferman. Las plantas son atacadas por insectos o son invadidas por malezas. Frente a estas adversidades, los ingenieros agrónomos pueden recetar pesticidas para proteger a los cultivos, así como los médicos recetan medicamentos o indican ciertos tratamientos para curar enfermedades.

Teniendo esto en cuenta, vamos a definir qué son los residuos de pesticidas. Los residuos de pesticidas son cantidades ínfimas y medibles de pesticidas que quedan sobre las partes cosechables de la planta luego de la aplicación de un producto. La idea de que haya residuos en nuestros alimentos asusta, pero podemos estar tranquilos. ¿Por qué? Porque justamente los residuos que pudieran quedar sobre los cultivos al aplicar un producto de protección vegetal son evaluados, y sólo se registran y autorizan para su uso aquellos productos cuyos residuos sean seguros para todos los consumidores.

Acá es donde entra en juego el concepto de exposición. Tenemos que tener presente que para cualquier sustancia, sea orgánica (alcohol, aceite, azúcar) o inorgánica (agua, sal), las posibilidades de que nos haga mal o sea tóxica depende de la cantidad (dosis) a la que nos expongamos. Por ejemplo, si tomamos vino su consumo debe ser responsable (dos medidas en el varón y una en la mujer, como máximo al día), ya que un consumo no responsable de alcohol genera daños y riesgos para la salud. Y sabemos que si nos pasamos de la dosis indicada de un medicamento nos puede doler la panza o traernos otras complicaciones para la salud. Como éste, hay muchos ejemplos que demuestran que el riesgo está directamente relacionado con la dosis o exposición.

Volviendo al ejemplo de los residuos en alimentos, hay regulaciones y controles que aseguran que los alimentos que consumimos son seguros. Al igual que los medicamentos, productos de limpieza y algunos ingredientes que se utilizan en la cocina, cada producto de protección vegetal tiene una etiqueta. En ella están las recomendaciones y condiciones de uso. Esas recomendaciones apuntan a dos objetivos. Por un lado, que se use la cantidad suficiente para controlar la enfermedad, plaga o malezas que se necesite controlar, sin afectar al cultivo y de forma segura para el operador y el medio ambiente y, por otro, asegurar que los residuos que queden sobre las partes cosechables del cultivo sean mínimas, si es que están presentes, y que estén muy por debajo de los valores de seguridad, o sea valores que no implican ningún riesgo para el consumo humano. En Argentina, el SENASA (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria) controla la inocuidad de las frutas y hortalizas que consumimos, y sus aliados en esa tarea son, por ejemplo, los laboratorios del Mercado Central de la Provincia de Buenos Aires. Los análisis que se hacen de forma periódica, sirven para controlar que, si hay presencia de residuos, los niveles estén por debajo de los límites permitidos que, a su vez están muy por debajo (son 100 veces más estrictos) de lo que se podría ingerir diariamente de ese producto sin que represente un riesgo para nuestra salud. Para ponerlo en contexto, un nivel típico de residuos es tan pequeño que equivaldría a un par de gotas en una pileta olímpica de natación.

Entonces, frente al próximo artículo sobre residuos de pesticidas en alimentos, recordá que el hecho de que haya residuos de por sí no es un problema. Lo importante es saber cómo se comparan esos residuos con los límites de seguridad para cada producto determinado. También tené presente que, independientemente de lo que discutimos en este artículo, una buena práctica que podemos hacer para estar tranquilos de que los alimentos que ponemos en nuestra mesa son seguros es siempre lavar con agua potable las frutas y verduras antes de consumirlas, así las hayamos comprado en el supermercado, en la verdulería del barrio, en un puesto de productos orgánicos o las hayamos cosechado de nuestra propia huerta. Lavar nuestras frutas y verduras contribuye a remover patógenos provenientes, por ejemplo, de aguas residuales y transporte o residuos de tierra, entre otros contaminantes.


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