¿Ciencia? No, gracias

El negacionismo científico es la negativa a aceptar la ciencia establecida. Si bien no es un fenómeno nuevo, en esta era de posverdad encuentra un ambiente bastante propicio para expandirse. Consiste básicamente en sugerir que el consenso al que arribó la comunidad científica es incorrecto o muy prematuro como para tenerse en cuenta, invitando a otros a desconfiar del mismo. Quienes sostienen esta postura eligen no aceptar las conclusiones a las que se llegó por medio del método científico porque, generalmente, estas conclusiones entran en conflicto con la identidad, creencias y/o intereses de algún grupo de pertenencia. 

Ya sean individuos, grupos u organizaciones con o sin fines de lucro, los negacionistas utilizan estrategias y razonamientos similares que buscan que otras personas duden acerca de la veracidad de los postulados científicos. Ya veremos que la estrategia de generar duda resulta muy efectiva, paraliza la acción y disemina entre la sociedad la idea de que hay debate donde no lo hay, generando de esta manera una brecha entre lo que la ciencia dice y lo que la gente cree que la ciencia dice.

Una estrategia muy común utilizada por los negacionistas es atacar a la ciencia haciendo foco justamente en una de sus características principales: la falta de 100% de certeza en sus afirmaciones, las cuales están en constante revisión (¡y en hora buena que así sea!). Los negacionistas saben que la mayoría de las personas desconocemos el paso a paso de cómo se arriba a la evidencia y que no manejamos del todo bien la jerga científica. Entonces, es comprensible que muchos nos veamos tentados en creer en los dichos de los negacionistas. En efecto, entre la incerteza que nos despierta ansiedad, preguntas e incertidumbre y la certeza, que aunque no esté fundamentada, nos da una sensación de tranquilidad y seguridad, la mayoría preferimos la segunda ¿o no? Por ejemplo, se escucha que los negacionistas dicen “es solo una teoría, aún no ha sido probado”. En el lenguaje cotidiano “teoría” se asocia con “especulación o creencia” mientras que en la terminología o jerga científica una teoría es el punto cúlmine de la evidencia o, dicho en otras palabras, una teoría es la evidencia más certera disponible (pensemos por ej. en la Teoría de la Evolución o en la Teoría de la Relatividad). 

Paradójicamente, grupos de negacionistas se autodefinen como quienes portan la bandera del rigor científico. Dicen exigir evidencia (y demandan cada vez más) con estándares de certeza que son imposibles de alcanzar. Negarse a aceptar conclusiones sólidas y bien fundamentadas a partir de una abrumadora cantidad de evidencia de calidad no es ni “duda sana” ni cauto escepticismo, es negacionismo o, como Guadalupe Nogués menciona en su libro Pensar con otros, una duda irrazonable que, además, puede traer consecuencias en la salud pública. 

Según el proyecto Thinking is Power (o Pensar es Poder, en español), las técnicas usadas por los negacionistas pueden resumirse en estas cinco: 


• Recurrir y citar a falsos expertos

• Utilizar falacias 

• Pretender cubrir expectativas imposibles

• Cherry- picking 

• Crear conspiraciones 

Pensemos en cada una de estas técnicas y cómo podemos detectarlas y evitar utilizarlas.

 

1. Los falsos expertos. Si el tema en cuestión que se está abordando en una conversación o artículo periodístico gira en torno a los alimentos, es esperable y recomendable que los expertos a los cuales se citan, mencionan en la nota o se invita a participar en un programa radial o de TV, sean del área correspondiente. Por ejemplo, si en un panel televisivo estamos hablando de un brote de una enfermedad transmitida por alimentos (ETA), el aporte de especialistas en bromatología, tecnología alimentaria y especialistas en salud sumaría para informar a la audiencia. Pensemos, por ejemplo, quiénes podrían ser expertos citados como fuentes confiables acerca de celiaquía y alimentación sin gluten: ¿un emprendedor gastronómico? ¿un entrenador físico? ¿un médico gastroenterólogo? Ciertamente, somos libres de expresar nuestras ideas y transmitirlas, pero reflexionemos acerca de cuál sería el experto más adecuado que cuenta con un buen kit de herramientas y conocimientos sólidos para brindarnos información con evidencia de calidad. También podríamos preguntarnos quién podría ser una buena fuente a consultar para hacer preparaciones y comidas sin gluten y que salgan lo mejor posible. Identificar al que realmente sabe sobre un tema específico puede no ser una tarea sencilla (sobre todo si nosotros mismos no sabemos del tema en cuestión), pero podemos hacernos algunas preguntas para identificar al que “la tiene clara”: ¿Es especialista o referente en el área en cuestión? ¿Es reconocido y validado por sus colegas? ¿Pertenece a alguna sociedad o institución científica? ¿Lo que sostiene es totalmente disruptivo o nuevo y el único que lo afirma o sus dichos acuerdan con el consenso actual? Otra estrategia de recurrir a falsos expertos es utilizada en campañas publicitarias donde, por ejemplo, deportistas recomiendan consumir ciertos productos, celebrities promocionan planes alimenticios, etc. Recordemos que la experiencia personal no es sinónimo de expertise (esto es, conocimiento especializado, habilidades y experiencia en el área en cuestión). Si una celebridad dice haber logrado cambios positivos en su salud siguiendo un determinado plan alimenticio, eso no la convierte en una especialista en nutrición. 

2. Utilizar falacias. Las falacias son razonamientos erróneos pero muy efectivos en cuanto a la persuasión, ya que parecen válidos o lógicos, aunque no lo son. En el ámbito de la salud y la alimentación es importante desmentir o desactivar las falacias porque las falacias alientan la adhesión a las pseudociencias y debilitan la confianza en la ciencia, crean temores infundados a ciertos alimentos y procesos, aumentan el riesgo de tener desórdenes alimenticios y afectan “el bolsillo” de las personas, induciéndolas en muchos casos a comprar ciertos productos que no aportan reales beneficios. No vamos a extendernos aquí en este tema, ya que tenemos un artículo sobre esto y te invitamos a leerlo. Falacias en la conversación sobre alimentos y nutrición. 

3. Pretender cubrir expectativas imposibles. “Queremos alimentos libres de químicos” “Una vida 100% natural es posible” “Exigimos tener acceso a toda la evidencia” son algunas expectativas imposibles de cumplir. Las primeras son biológicamente inviables, ya que todo a nuestro alrededor está formado por compuestos químicos y venimos modificando la naturaleza para vivir desde hace millones de años. La tercera es humanamente imposible; aunque todos tuviésemos acceso a toda la evidencia disponible ¿estamos en condiciones de comprenderla? ¿Tenemos la formación necesaria para eso? Por otro lado, la ciencia tiene limitaciones, el saber científico se va construyendo de verdades parciales, perfectibles. Incluso, si hoy la evidencia dice “A” y mañana “B”, debemos comprender que no es un caprichoso cambio de opinión de quienes forman parte de la comunidad científica, sino nuevas conclusiones que resultan de más conocimiento, perfeccionado, enmarcado en nuevas circunstancias y contexto y con las más recientes herramientas disponibles. Es importante que comprendamos que podemos actuar y tomar decisiones hoy con la mejor evidencia posible que tenemos a nuestro alcance, aún sin tener un 100% de certeza. 

4. Cherry-picking es algo así como el sesgo de información selectiva. Consiste en “hacer zoom” sobre un dato, un estudio en particular, eligiéndolo y descartando otras evidencias o conocimientos disponibles. A veces, la elección de hacer foco en dicho dato o estudio está motivada por algún otro sesgo como, por ejemplo, el sesgo de confirmación que nos “empuja” a elegir aquella información que confirma lo que previamente nosotros creemos o pensamos, lo que más nos gusta, lo que responde a nuestros intereses personales, lo que en base a nuestra experiencia creemos que nos resultó, etc. 

5. Crear conspiraciones. Frases como “Es posible curar 50 enfermedades solo cambiando tu alimentación, pero esto no te lo quieren decir” o “Te hicieron creer que necesitás medicamentos, pero la posibilidad de sanar está en lo que comemos” suelen aparecer en libros best-sellers, charlas de YouTube y otros medios y plataformas. Hacernos creer que existen ciertas entidades dueñas de un secreto muy guardado que solo ellas conocen, o que nos manipularon con algún fin malvado, es conspirar. Es una estrategia efectiva para sembrar desconfianza y duda, apela a nuestras emociones, despierta miedos, nos pone en alerta y muchas veces nos impide actuar. La realidad es que encontrar la cura a enfermedades multi-factoriales no es tarea sencilla (aunque hoy podemos curar enfermedades que no podíamos años atrás) y que un grupo de elegidos en todo el mundo conozcan una verdad y se la revelen solo a algún gurú de la alimentación o influencer es, si reflexionamos a conciencia y apelamos al sentido común, altamente improbable. 

En este artículo describimos algunas de las técnicas que usan los negacionistas que pueden llevarnos a rechazar o dudar de adelantos científico-tecnológicos y así, perdernos sus beneficios. Para que no nos pase, desarrollar estrategias de pensamiento crítico nos ayuda a tomar mejores decisiones. ¿Ciencia? Sí, claro. 

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Fuentes de consulta, referencias y lecturas recomendadas